WILDER VUELVE DE LA MUERTE

Wilder Nieves se ganaba la vida dando mantenimiento al alcantarillado de la ciudad. Caer a un pozo por accidente lo enfrentó cara a cara con la muerte, pero un milagro médico lo trajo de vuelta y le dio la oportunidad de seguir viviendo. Este es su relato.
Él no recuerda bien cómo sucedió todo. De hecho, no recuerda nada de ese día. Y todo lo que cuenta lleva adelante la siguiente frase: “Me dijeron”. A Wilder Nieves le dijeron que ese 5 de noviembre de 2018 había salido a trabajar como cualquier otro día, que había estado con un grupo de obreros desempeñando su tarea de limpieza de alcantarillado en San Juan de Lurigancho. Le dijeron que todo había estado bien hasta que su tío, Jorge Zevallos –también trabajador de ese consorcio-, cayó a un pozo frente a él y Wilder no dudó en ir a su rescate, lidiando con la misma suerte. Un accidente por demás letal.
“Los obreros estuvieron atrapados por más de media hora en un pozo y permanecieron inconscientes. En medio del desolador escenario, policías, bomberos y los propios testigos unieron fuerzas y lograron conseguir el milagro”, anunció la web de un canal de televisión. Es verdad, luego del trabajo colaborativo, se logró sacar a ambos del pozo, y la noticia fue cierta salvo por una cosa: no hubo milagro para Jorge, el tío; él falleció. A Wilder, por su parte, le dijeron que lo sacaron de allí inconsciente y lo llevaron de emergencia a la Clínica San Juan Bautista, donde llegó en un estado de “coma, prácticamente muerto”, dice el doctor Carlos Ortega, jefe de la Unidad de Cuidados Intensivos.
“Al caerse en ese silo, donde había material fecal, se generó un proceso inflamatorio de toda la vía aérea. Contrajo una neumonitis. El caso de este paciente fue delicado, ya que un gran porcentaje de estos –en circunstancias similares- fallecen”, agrega. Pasó casi una semana hasta que salió de UCI y subió a piso, donde donde recobró la conciencia. “Cuando desperté, me asusté. Sentía mucho dolor de cabeza y mareos. Mi cerebro estaba en blanco”, recuerda Wilder. Pero en ese momento, no podía moverse y mucho menos hablar. Más adelante, le dirían que y le relatarían todo aquello por lo que pasó para poder abrir los ojos. En la emergencia Wilder Nieves entra como un vendaval a la UCI. El tiempo, en circunstancias como la suya, es de suma importancia. Unos minutos de retraso pueden significar la muerte. Pero no es su caso, él es afortunado. “Lo que se hizo primero fue proteger su vía aérea”, cuenta el doctor Ortega. “Se colocó un tubo, se empezó a dar ventilación y una hiperoxigenación, y se le retiró toda la ropa y se bañó al paciente.
Luego, se hizo un tratamiento bastante agresivo para el cerebro y los pulmones”. Wilder había desarrollado el síndrome de distrés respiratorio del adulto, que, en pocas palabras, es una respuesta inflamatoria severa en el pulmón como respuesta a alguna agresión. “La medida terapéutica que tomamos, ante esto, fue de neuroprotección. Se adoptaron una serie de medidas para proteger el pulmón y lograr una buena oxigenación”, indica el especialista. Wilder consumió antibióticos para las bacterias y para los hongos, y también medicina para controlar su frecuencia cardiaca. Tuvo un tratamiento bastante completo que abordó más de 20 puntos. “Estuvo más de siete días en un estado propio del coma y, además, hubo un coma inducido farmacológico para protegerle el cerebro”, agrega Ortega. Después de este tiempo, Wilder, como quien despierta de una pesadilla, abrió los ojos y no sabía qué pasaba.
Volver a despertar
“Me levanté y comencé a llamar a mi mamá, pero como no podía hablar, hacía gestos. Ella entró y me vio. Los doctores me pidieron que me tranquilice, porque recién estaba despertando”, recuerda Wilder. Y a partir de este momento, sus recuerdos ya son propios. “Mis papás no tenían esperanzas, los doctores les dijeron que estaba a punto de morir. Apenas latía mi corazón”, dice. Pero contra cualquier pronóstico hoy sigue con vida. “Desde 18 de diciembre de 2018 voy a terapia física y de lenguaje. Ya camino, ya corro, no como antes, pero poco a poco. Puedo alzar mis manos, pero mis muñecas todavía tiemblan”, cuenta con una voz temblorosa, cortada y aún débil. Pero se alienta: “No podía ni caminar, ni hablar, pero ahora ya puedo”. El joven de 21 años que volvió de la vida gracias a una acción médica interdisciplinaria que abarcó desde la respuesta inmediata de la Unidad de Cuidados Intensivos, en la etapa más crítica, hasta hoy, con su invaluable esfuerzo en el área de terapia física y del lenguaje, hoy se refugia en su fe para recuperarse. Y tiene como motor a su hijo Axel.
Hoy, replantea sus opciones de vida. Quiere empezar a estudiar la carrera que siempre le gustó: gastronomía, y reinsertarse en un trabajo que no lo exponga a un peligro como el anterior. Se aferra a la vida y agradece a quienes le dieron esa oportunidad. “Soy una buena persona y estoy muy agradecido. Me han salvado la vida”.